16.- Cuesta imaginar algo diferente...
Hay días en que todo se hace más cuesta arriba. Días en que parece que las cosas no avanzan. Días en los que te desesperas, quizás porque no te entienden o porque no sabes como explicarte.
Imagino lo que es intentar expresar lo que sientes, hablar lo que piensas o simplemente comunicarte. Algo que surge natural cuando tu cerebro funciona al 100%. Pero en ti se convierte en la más alta de las montañas, o el más profundo de los descensos.
Tus esfuerzos suelen acabar en derrotas, en desesperación, en abandono. Dándote por vencido. Tirando la toalla. Gruñiendo tu impotencia. Mascando improperios, no habituales en ti. Lamentas, cada una de las palabras que no articulas; cada frase que no terminas.
Tras ello, entras en un silencio. Casi eterno. Tu mente se evade. Se va a lo más alto. Donde no soy capaz de llegar. Tu mirada se pierde. Tus pensamientos te transportan a tu nuevo mundo. Quiero ir. No me dejas. No sabes como hacerlo. Te miro. Te comprendo. Lo siento. No se como ayudarte. Lo intento. Te enfadas. Te sientes impotente. No puedes. Bajo la mirada. Me duele. No oigo tu perdón.
Esas pequeñas cosas ponen en evidencia lo difetente que es ahora todo. Lo mucho que ha cambiado nuestra forma de hablarnos. Lo difícil que se hace a veces entendernos. Lo imposible de comunicarnos. Lo desesperante que resulta lo inexplicable.
Ojalá entendieras que solo quiero ayudarte, que mis palabras buscan tu entendimiento. Que desearía tener la fórmula para que tus frases fluyeran tal como el agua en un río. Que tus historias inundaran nuestros oídos de mágicos momentos.
Aun así, no logras comprenderlo. O quizás lo haces, pero tu impotencia te impide que recuerdes los motivos o que tu cerebro procese el sentido de las palabras.
En momentos como estos, mi mente retrocede en el tiempo, buscando lo opuesto al instante que nos sitúa. Lo siento. Es inevitable. Mi cerebro necesita también entender. Por qué cuesta tanto? Por qué has olvidado como hablarme? Como tratarme? Como pedir perdón? Por qué tanto esfuerzo en comunicarnos? Por qué tanto dolor?
Recuerdo, como tus pensamientos salían tal gorrión en busca de alimento. Deseando ser compartidos. Sin cesar en ningún momento de imaginar que el silencio nos mantendría alejados. Separados por un muro de historias sin resolver.
Lo siento. A veces me acostumbro a tus silencios. Otras me cuesta el alma entera. Me quiebra el corazón saber que piensas y no lo compartes. O quizás me paraliza pensar, más duro aún, que tu mente se queda en blanco. Y en periodos quizás mínimos o no tanto, tu cerebro no estructura tus pensamientos.
Hay evolución. Lo sabemos. Tus avances se vislumbran como pequeños reflejos de un sol abrasador. Me conformo. Habrá más. Espero no decaigamos en esa lucha. Deseo no flaquear en los intentos de apoyarte.
Permíteme ser frágil en algún momento. El peso a veces es demasiado para un cuerpo que acusa el paso del tiempo. Permíteme decaer cuando mis ansias por tu recuperación nublan mi mente. Permíteme anhelar tiempos pasados en los que todo era infinitamente más fácil. Permíteme bajar la cabeza, suspirar e intentar sonreír. Permíteme que dude de mi fortaleza.
Pero jamás dudes de mi amor. Por más duro que sea el camino y piedras sean encontradas, dudes que te quiero, te quise y te querré. Que nuestro amor, pese a que ha traspasado lo más físico, saltando lo intelectual, ahora se torna emocional, donde la incomprensión nos invade. Tu esencia perdura. Solo he de rasgar tu coraza e ir descubriendo pequeñas partículas de tu ser. De nuevo volverás. Lo presiento. Lo deseo. Lo espero.
Imagino lo que es intentar expresar lo que sientes, hablar lo que piensas o simplemente comunicarte. Algo que surge natural cuando tu cerebro funciona al 100%. Pero en ti se convierte en la más alta de las montañas, o el más profundo de los descensos.
Tus esfuerzos suelen acabar en derrotas, en desesperación, en abandono. Dándote por vencido. Tirando la toalla. Gruñiendo tu impotencia. Mascando improperios, no habituales en ti. Lamentas, cada una de las palabras que no articulas; cada frase que no terminas.
Tras ello, entras en un silencio. Casi eterno. Tu mente se evade. Se va a lo más alto. Donde no soy capaz de llegar. Tu mirada se pierde. Tus pensamientos te transportan a tu nuevo mundo. Quiero ir. No me dejas. No sabes como hacerlo. Te miro. Te comprendo. Lo siento. No se como ayudarte. Lo intento. Te enfadas. Te sientes impotente. No puedes. Bajo la mirada. Me duele. No oigo tu perdón.
Esas pequeñas cosas ponen en evidencia lo difetente que es ahora todo. Lo mucho que ha cambiado nuestra forma de hablarnos. Lo difícil que se hace a veces entendernos. Lo imposible de comunicarnos. Lo desesperante que resulta lo inexplicable.
Ojalá entendieras que solo quiero ayudarte, que mis palabras buscan tu entendimiento. Que desearía tener la fórmula para que tus frases fluyeran tal como el agua en un río. Que tus historias inundaran nuestros oídos de mágicos momentos.
Aun así, no logras comprenderlo. O quizás lo haces, pero tu impotencia te impide que recuerdes los motivos o que tu cerebro procese el sentido de las palabras.
En momentos como estos, mi mente retrocede en el tiempo, buscando lo opuesto al instante que nos sitúa. Lo siento. Es inevitable. Mi cerebro necesita también entender. Por qué cuesta tanto? Por qué has olvidado como hablarme? Como tratarme? Como pedir perdón? Por qué tanto esfuerzo en comunicarnos? Por qué tanto dolor?
Recuerdo, como tus pensamientos salían tal gorrión en busca de alimento. Deseando ser compartidos. Sin cesar en ningún momento de imaginar que el silencio nos mantendría alejados. Separados por un muro de historias sin resolver.
Lo siento. A veces me acostumbro a tus silencios. Otras me cuesta el alma entera. Me quiebra el corazón saber que piensas y no lo compartes. O quizás me paraliza pensar, más duro aún, que tu mente se queda en blanco. Y en periodos quizás mínimos o no tanto, tu cerebro no estructura tus pensamientos.
Hay evolución. Lo sabemos. Tus avances se vislumbran como pequeños reflejos de un sol abrasador. Me conformo. Habrá más. Espero no decaigamos en esa lucha. Deseo no flaquear en los intentos de apoyarte.
Permíteme ser frágil en algún momento. El peso a veces es demasiado para un cuerpo que acusa el paso del tiempo. Permíteme decaer cuando mis ansias por tu recuperación nublan mi mente. Permíteme anhelar tiempos pasados en los que todo era infinitamente más fácil. Permíteme bajar la cabeza, suspirar e intentar sonreír. Permíteme que dude de mi fortaleza.
Pero jamás dudes de mi amor. Por más duro que sea el camino y piedras sean encontradas, dudes que te quiero, te quise y te querré. Que nuestro amor, pese a que ha traspasado lo más físico, saltando lo intelectual, ahora se torna emocional, donde la incomprensión nos invade. Tu esencia perdura. Solo he de rasgar tu coraza e ir descubriendo pequeñas partículas de tu ser. De nuevo volverás. Lo presiento. Lo deseo. Lo espero.
Comentarios
Publicar un comentario